DÉJATE
GUIAR
por Rosa María Palomares
por Rosa María Palomares
¿Alguna vez has sentido la
necesidad de huir a algún lugar buscando paz y tranquilad y poder escapar del estrés y la rutina del día a día? ¿Has pensado alguna vez en un sitio donde
puedas llenar tus pulmones de aire limpio mientras observas unas vistas
espectaculares que te hagan vibrar? Yo me sé uno y me gustaría compartirlo
contigo. ¿Te vienes? Yo te llevo.
Prepara en tu mochila un par
de bocadillos, unos frutos secos y agua. No te olvides del plátano que atenuará
las temidas agujetas y después de la larga caminata que te propongo, tu cuerpo
te lo agradecerá. Ponte ropa cómoda y unas buenas botas que se agarren al
suelo, pasaremos por sitios donde nos podemos escurrir y queremos evitar
caídas. Yo me encargo de las fotos. ¿Todo listo? Pues cojamos el coche
dirección Valencia.
Desde Ciudad Real, cogeremos
la autovía A43 y no la vamos a abandonar hasta que se una a la A3. Seguiremos
por tierras conquenses, a veces pasaremos por la provincia de Albacete para
volver a Cuenca y pasar incluso a otra comunidad, a la valenciana. El camino es largo; son unas 3 horas, pero
cuando veas donde te llevo, habrá merecido la pena. Déjate guiar.
En Utiel, cogeremos la salida
278, hacia Teruel. Sí, esta capital existe y aparece en los carteles, no son
imaginaciones tuyas. Estamos muy cerca de la ciudad pero allí no te quiero
llevar hoy, aunque te recomiendo que la
visites. Te sorprenderá.
Estamos llegando. Es el último
empujón. La carretera transcurre por viñedos. Tierras de vinos es ésta. Te aconsejo uno si quieres que tus comensales
salgan contentos o quieres tener un detalle con alguien. Se llama Alto Landó,
un caldo que conquista hasta el paladar más escéptico.
No te asustes si ves que estás
en la provincia de Valencia. Estamos justo en el límite de las dos comunidades
y la ruta que vamos a hacer la comparten ambas provincias.
Pasaremos
por los pueblos de Sinarcas y Casillas de Ranera. Habrá una recta muy larga que
invita a acelerar el coche, pero no lo vamos a hacer porque al final de la
recta, está nuestra primera parada. Sí, ya hemos llegado. Y ahora empieza
nuestra ruta a pie. ¡Vamos, debemos desperezar al cuerpo después del largo
camino en coche!
Aparcaremos y andaremos unos
300 metros. No te voy a decir lo que vamos a ver, quiero ver tu reacción cuando
veas La Olla, comúnmente llamada la plaza de toros. Aquí está.
Una maravillosa formación
geológica de arena roja moldeada por el agua y el aire de la serranía. Sus
formas son tan llamativas que seguro que te han dejado con la boca abierta.
Daremos una vuelta a su alrededor, incluso, y con mucho cuidado porque el
material es inestable, podemos bajar abajo y ver la Olla desde su interior. Nos
sentiremos muy pequeños al lado de esas paredes verticales.
Seguro que ya vas
sintiendo la paz que buscabas. No hay ruidos, estamos en mitad de un bosque de
robles, alcornoques y pinos. Solo se escuchan los pájaros y algún coche porque
estamos cerca de la carretera. Pero no te preocupes, te he prometido paz y
tranquilidad y la tendrás.
Volvemos a coger el coche y
seguimos nuestra carretera dirección Talayuelas. Pero a unos 2,7 kilómetros
antes de llegar al pueblo hay un camino hacia la derecha. Lo tomaremos. Seguiremos
hasta la bifurcación. Dos caminos aparecen. ¿Cuál elegir?
¿Por qué elegir? ¡Haremos
los dos! Dejamos el coche en un lugar donde no estorbe y nos iremos por el de
la derecha hacia el merendero de la Olla
y su vistoso mirador al barranco del rio Rojo. No nos
quedaremos solo observándolo, lo bajaremos. Hay dos formas para bajar: o bien
bajarlo por su via ferrata y necesitaremos cuerdas o bien dando un pequeño
rodeo por detrás del merendero. Haremos la segunda opción. Hay una pequeña
senda que nos lleva a una pared vertical de unos 20 metros de alto. Giraremos a
la derecha y ya entramos en el barranco. Cuidado con las piedras, son muy lisas
y si ha llovido puede ser peligro andar por ellas. Por eso la importancia de
llevar un buen calzado. Si miramos hacia arriba, se ve la barandilla del
merendero.
Podemos seguir el curso del río hacia adentro del barranco. Hay muchas pozas. Sus aguas son cristalinas y al verse el fondo parecen que no son profundas. Pero que no te engañen, lo son. Observa las paredes verticales y cómo los árboles crecen en ellas. Siéntate en una piedra y solo escucha el sonido del agua. ¿Sientes como el estrés desaparece? Podemos pasar el tiempo que queramos en este lugar, incluso tomar un primer almuerzo. Lo vamos a necesitar. Ahora comienza la parte más dura de la ruta, collados y cerros nos esperan.
Volviendo por nuestros
pasos, saldremos de nuevo al merendero de la Olla y esta vez nos dirigiremos
por el camino rural de la izquierda. Es mucho más seco que el anterior, flanqueado
por pinos. El primer kilómetro puede
parecer algo monótono. Pero poco a poco vas
a ver como la vegetación se hace más frondosa y de repente entras en un
claro y la ves. Multicolor: azul, verde, rosa, lila. Es la laguna de Talayuelas. Está permanente aunque debido a su poca
profundidad, el nivel del agua se ve alterado en las diferentes épocas. Se
alimenta de aguas subterráneas y de la lluvia. Tiene una gran importancia
gracias a su diversidad biológica. Diferentes tipos de flora y fauna se pueden ver
aquí. Hay un animal muy curioso que vive aquí: los gallipatos. ¿Qué son? Te estarás preguntando. Son una especie
de tritones con la cola aplanada lateralmente. Intentaremos ver algunos.
No bordearemos la laguna, lo
haremos al volver. Si miramos hacia adelante veremos un cerro. Se llama Castellar de lo Jorque. Coronándolo hay
una caseta de vigilancia forestal. Ese es nuestro destino.
Seguiremos el camino y
pasaremos por el collado del Hornillo y
empezaremos a subir. Subiremos despacio, haciendo pequeñas paradas para
observar todo a nuestro alrededor. Los últimos 200 metros son los más duros
porque la cuesta se hace mucho más pronunciada. Nos tomaremos el tiempo que
requiramos para llegar. Justo en ese tramo, si miras a tu izquierda verás unas
piedras colocadas de manera poco natural. Forman parte de una muralla. Aquí había
un asentamiento Íbero y si prestas atención al suelo, podrás encontrar pequeños
trozos de vasijas decorados. No nos vamos a poner a escarbar, no se debe. Alteraríamos los restos, pero aun así, hay
muchos en la superficie. Si encuentras uno, sería un bonito recuerdo de esta
ruta.
Estamos a un punto de llegar.
Solo nos faltan unos 20 metros, se hacen duros y las piernas se pueden
resentir, pero cuando llegues a la piedra donde quiero que te pongas, se te
olvidará este duro trayecto.
Después de 4 kilómetros intensos por fin estamos en la cima y podemos divisar las espectaculares vistas que te había prometido.
Abre los brazos y llena los
pulmones de aire fresco y limpio. Grita si lo necesitas. Y siéntate en la
piedra para poder disfrutar de lo que esta zona te ofrece. Desde este lugar se
ve la laguna. Es bastante más grande vista desde las alturas. Se observa el
merendero de la Olla, se puede apreciar el barranco del río Rojo y si echamos
la vista más lejos, veremos La plaza de toros. Al fondo, se alzan varias colinas
llamadas Castellar de Polán y
reinando sobre ellas, el pico más alto de esta zona: el pico Ranera con 1432m. Sus vistas son asombrosas. Te dejo una
foto para que las puedas ver. Otro día te llevo allí.
Después de comer
empezaremos nuestro descenso por el mismo camino. Hay que tener cuidado al
bajar porque nos podemos resbalar debido a la piedras sueltas del camino. Al
llegar a la laguna, la bordearemos. Veremos los restos de un antiguo molino y
la vieja estructura de riego de los campos aledaños. Pasaremos por la pequeña
caseta de observación de aves y
volveremos por el camino que nos ha traído hasta aquí.
Este es el final de la ruta. Estoy
segura que no será la primera ni la última que hagas, porque, puedo asegurarte que cuando cojas el coche y
vuelvas a casa, desearás volver para conocer más rincones de la serranía baja
conquense.
Rosa María Palomares
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