sábado, 12 de mayo de 2018

MUJERES A LAS QUE NO SE LES DEJÓ HACER HISTORIA.


Recientemente, hablando con un alumno que ha estudiado este curso Historia del Arte en 2º de Bachillerato, se me ocurrió preguntarle: ¿sabrías decirme el nombre de alguna pintora o escultora famosa? Abriendo mucho los ojos me contestó: “pues no, ahora me doy cuenta de que… todos los artistas que he estudiado, ¡son hombres!
Pues sí, así es, paradójicamente los museos están llenos de pinturas y esculturas en las que continuamente está representada la mujer, pero si nos acercamos a esas plaquitas en las que aparece el título de la obra, el autor y la técnica, difícilmente encontraremos el nombre de una.
    Frida Kahlo. Una de las pintoras más conocidas. 
           


             
              Three ages of woman. Gustav Klimt.















¿Acaso la mujer no ha tenido nunca interés por las artes? Claro que sí, pero como en otros ámbitos (la literatura, la música,  las ciencias…) a una niña que destacara en uno de ellos no se la educaba para desarrollar ese talento, la mujer estaba predestinada a ser MUJER: madre, esposa y protectora del hogar.
Históricamente el siglo XV es el momento en que la pintura, escultura y arquitectura dejan de ser oficios gremiales y se convierten en artes liberales que requerían una amplia formación en Geometría, Anatomía, Aritmética… y precisamente estas disciplinas no estaban incluidas en la formación que podían recibir las pocas mujeres que, gracias a su posición social, lograban acceder a la educación. No es hasta mediados del siglo XIX cuando las mujeres son admitidas en las Academias o Escuelas de Bellas Artes, y aun llegando a ser admitidas en ellas, no se les permitió asistir a las clases de Dibujo del Natural hasta finales de ese siglo. En nuestro país, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (origen de la actual Facultad de Bellas Artes) el primer curso en el que hubo mujeres matriculadas fue el 1878-79, pero no se les permitía matricularse en dos asignaturas: “Anatomía Pictórica” y “Colorido y Composición”.


Hasta mediados del siglo XIX, las mujeres no fueron admitidas en las academias de Bellas Artes.

Autorretrato de Rosario Weiss.
Las pocas mujeres que se dedicaron a las artes plásticas y tuvieron un cierto reconocimiento en su época, lo lograron por ser esposas o hijas de artistas varones, y fue, fundamentalmente, en el propio hogar donde recibieron formación. Es el caso de Rosario Weiss, hija de Leocadia Zorrilla, ama de llaves de Francisco de Goya, que fue instruida en un primer momento por el artista y más tarde durante su exilio en Burdeos, pudo recibir formación académica. 




En este vídeo puedes apreciar la calidad de las obras de esta gran artista.


Otras lo lograron por pertenecer a una familia noble y estar en contacto con la corte, esa era la condición de Clara Peeters, de la que apenas se conocen datos biográficos sólo que vivió en Amberes en la primera mitad del siglo XVII, ni tan siquiera aparece en el registro del gremio de pintores de la época, a pesar de que algunas de sus obras fueron adquiridas por casas reales europeas (como las obras que posee el Museo del Prado, que fueron compradas por Felipe IV).
Esta excepcional artista ha sido la encargada de llamar muestra atención sobre la presencia femenina en las grandes pinacotecas. El pasado 2017, el Museo del Prado, una institución que el próximo 2019 cumplirá 200 años, dedicó por primera vez, una exposición a una mujer pintora, y gracias a ello, hemos conocido unos datos sorprendentes: este museo, uno de los mejores del mundo, expone en sus salas sólo seis obras firmadas por tres mujeres. Si quieres conocer estas obras y a sus autoras, puedes visitar esta página:

https://www.huffingtonpost.es/2018/03/06/el-museo-del-prado-solo-expone-seis-obras-de-mujeres-son-estas_a_23375343/

Fragmento del cartel anunciador de la exposición que el Museo del Prado dedicó a Clara Peeters en 2017.



Descubre a Clara Peeters en este vídeo.

Muchas artistas firmaron sus obras con el nombre de sus esposos o sus padres, ya que de otra forma no hubieran conseguido entrar en un mundo completamente dominado por el hombre: los artistas eran hombres y los encargados de vender las obras, los llamados marchantes,  también. Con el paso de los años, muchos de los cuadros pintados por mujeres que adquirieron reconocimiento en su época, fueron atribuidos a pintores coetáneos y, curiosamente,  tras comprobar que su autora era una mujer, su valor económico disminuyó. El hecho de que durante siglos los marchantes, críticos, historiadores y conservadores de museos hayan sido hombres ha influido en que los nombres de esas pocas mujeres que llegaron a vivir de su trabajo apenas aparezcan en los museos y libros de arte.


Margaret Keane junto a dos de sus obras.
Matrimonio Keane
Pero no pensemos que esto es algo superado, en los años 60 del pasado siglo tuvo gran repercusión mediática el caso de la pintora estadounidense  Margaret Keane. Walter Keane, su marido se convirtió en un artista muy popular, sus cuadros recibieron numerosos elogios de artistas consagrados y  adquirieron altísimas cotizaciones en el mundo del arte. Pero, como más tarde se demostró en un juicio, la verdadera autora de esas obras era Margaret, a quien su marido había convencido para presentar las obras con su nombre ante la certeza de que al ir firmadas por un hombre, adquirirían un mayor valor en el mercado. La historia fue llevada al cine por el director Tim Burton.





Tráiler de la película "Big eyes" de Tim Burton.

Con este artículo quiero rendir homenaje a todas esas artistas cuyos nombres han quedado olvidados por unas u otras razones, cuyas magníficas obras permanecen ocultas en los almacenes de los museos, o que nunca llegaremos a conocer porque sus obras aparecen firmadas con nombres masculinos. Acabemos con los prejuicios, no miremos el nombre de quien firma un cuadro, un libro, dirige una película o lidera un proyecto de investigación, valoremos el resultado, que es lo importante.

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