Aunque
el nombre de María Moliner nos suene más en el mundo de las Letras, la labor de
esta sencilla mujer es tremendamente útil en cualquier rama pues sirve para
todo aquel que quiera escribir o hablar con corrección. Es la autora, única
autora, de una obra inmensa, el Diccionario
de Uso del español, de obligada consulta cuando se quiere ser correcto. Sin
pretender comparar en importancia con el Diccionario
de la RAE, por cierto, elaborado por un equipo de especialistas que trabajan y
son remunerados por ello, el de María Moliner está considerado por muchos el
que más se ha consultado en nuestra lengua.
Una vez presentada la
importancia de esta obra monumental, hay que decir que fue un proyecto que
surgió de forma tardía, cuando contaba con cincuenta y un años, y fruto de la
desilusión de no poder trabajar más en lo que a ella le gustaba y en lo que ya
había dedicado tiempo, esfuerzo e
ilusión: en el mundo de las Bibliotecas. En este sentido publicó dos obras
importantísimas hasta el punto de que una de ellas sigue siendo considerada hoy
en día el mejor Plan de Bibliotecas de España.
Pero
en los años de posguerra ella y su
marido fueron expedientados y expulsados de sus respectivos trabajos. Sí es
cierto que consiguió una nueva ocupación en otra Biblioteca, pero bajando
muchos escalafones y siendo, esta vez, un trabajo más rutinario. Comprendió y
asumió que ya no podría aportar nada en ese campo y comenzó un nuevo proyecto.
Hasta aquí una rapidísima trayectoria de nuestra
protagonista para mostrar la valía y los dos grandes logros visibles
(debiéramos hablar de un tercer éxito, pero eso lo dejaremos para otra ocasión)
de esta persona trabajadora, constante, minuciosa y culta y todo ello dentro de
un mundo dominado por los hombres. A partir de ahora intentaremos explicar la
importancia de esos adjetivos y por qué, siendo mujer, tuvieron un valor
especial.
Parece
ser que un día María Moliner manejó un diccionario de uso en inglés y en su
afán por aportar y contribuir –siempre se caracterizó por su regeneracionismo-,
decidió hacer algo similar. Se puso manos a la obra pensando que en dos
“añitos” lo tendría terminado, pero su continua labor de depuración más el
hecho de ser consciente de que su humilde proyecto comenzaba a adquirir otras
dimensiones mucho más ambiciosas, desembocaron en un diccionario de 80.000
entradas (dos tomos de casi 3.000 páginas) publicado en 1967 y en el que,
finalmente, se invirtieron dieciséis años de trabajo.
García Márquez describe ese proceso poniendo énfasis en su
labor de “hormiguita” y en su lado humano. Lo que empezó siendo una
recopilación de fichas, por supuesto manuales o con su máquina de escribir, a
lo que dedicaba una o dos horas o el hueco que encontraba entre su labor de
bibliotecaria y el de madre de cuatro hijos, fue aumentando en tiempo
progresivamente hasta suponer ocho, nueve o las que se precisaran. Su obsesión
por el rigor le hacía revisar, corregir y completar continuamente lo ya escrito
de modo que, si no fuera porque había firmado un contrato y debía entregar lo
que tuviera, quizá no lo habría terminado nunca.
Fue
la primera mujer en ocupar importantísimos puestos dentro del ámbito de las bibliotecas pero no logró
ser la primera académica, fracaso que ella vivió con gran pesar. Muchas son las
voces que denuncian la injusticia que fue en su momento –sin quitarle mérito a
quien entró en su lugar- y muchos son los convencidos de que el único problema
fue el hecho de ser mujer.
El
tesón de esta mujer ha sido resaltado por muchos biógrafos y por quien la
conocía de primera mano, su hija, quien además destaca la seguridad que siempre
demostraba en todo lo que hacía. Su rigurosidad fue alabada por filólogos de
primera línea como Dámaso Alonso y su valía como mujer de gran coraje por un
escritor tan humano como García Márquez.
Nosotros,
en este humilde homenaje, no nos queda sino invitar a echar un vistazo a su
Diccionario y comprobar de primera mano el mérito tan enorme que supone ser la
autora de una magna obra tan útil y tan seria.
PARTICULARIDADES
POR EL HECHO DE SER MUJER
Se puede pensar que a
María Moliner no le gustaría que resaltáramos
el hecho de que era una mujer, sino que posiblemente se sentiría
satisfecha si dijéramos que era una persona tremendamente trabajadora, culta y
con mucha fuerza para transmitir. Y ahí
nos podíamos quedar sino fuera porque sí que influyó en ocasiones su condición
femenina y de todas ellas vamos a destacar dos.
La primera, por el hecho
de que no decidirá embarcarse en la empresa del diccionario hasta que el
cuidado de los hijos se lo permitió, porque evidentemente, esa responsabilidad
fue asumida con total normalidad. No pretendemos debatir sobre la
obligatoriedad de las madres a asumir ciertas tareas, sino tan solo destacar
que en su caso sí fue decisivo en cuanto al tiempo que le podía dedicar a su
proyecto lingüístico.
El segundo momento
cuando, como hemos comentado, fue rechazada en la Real Academia, lo que le
dolió de forma espacial. Ella creyó
firmemente que era merecedora, como también lo creyeron otras personas de
altura filológica, pero no lo logró y estaba plenamente convencida de que el
único problema fue ese, ser mujer.
Nuestradmiración a esa
PERSONA trabajadora, rigurosa y tenaz que no consiguió el debido reconocimiento
por el hecho de ser mujer.
Olga García-Casarrubios Martín
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